Curación, la voluntad de Dios a través de los tiempos
“Porque yo soy el Señor, no cambio...”
Malaquias 3:6
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”.
Hebreos 13:8
“Cuando Jesús bajó del monte, grandes multitudes lo siguieron. De repente, un leproso se acercó y se arrodilló ante él, diciendo, “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Jesús extendió su mano y tocó al hombre: “Sí quiero”, dijo. “¡Sé limpio!” Y al instante quedó sano de la lepra...”
Mateo 8:1-2
Dedico mucho tiempo en este libro a hablar de la obra de Jesús, particularmente en el área de la curación. Pero si miras de cerca el Antiguo Testamento, verás que la curación no comenzó con Jesús.
Este es un punto importante porque si puedo hacerte ver que la voluntad de Dios en el Antiguo Testamento y en tiempos de Jesús era la curación, entonces puedo hacerte entender que sigue siendo Su voluntad hoy (ver también el capítulo titulado “Él los sanó a todos” en el Vol I).
Quería usar la palabra sofisticada “dispensación”, así que la busqué. Eso me llevó a una palabra aún más compleja, “dispensacionalismo”, que derivó en los errores del dispensacionalismo. No me di cuenta de que era tan complicado. Trataré de tomar el concepto tal como lo imaginé y desglosarlo de la manera en que lo veo en las Escrituras.
En las Escrituras, veo a un Dios trino trabajando con el hombre. En el Antiguo Testamento, veo a Dios Padre hablando directamente a hombres como Adán, Moisés y Abraham y a través de la “palabra del Señor” a los profetas (1Sam 3:21, 2Sam 3:24, 1Re 13:2-18, Isa 39:5, Jer 1:2-4, etc.) y a través del ministerio de los ángeles (Dan 10:5-9). También veo la voluntad expresa de Dios Padre con respecto a la curación en el Antiguo Testamento.
En el Nuevo Testamento, veo a Dios el Hijo que se revistió de carne (Juan 1:14, Fil 2:6-8), enseñando, discipulando, liderando y seleccionando líderes que llevarían a cabo Su obra cuando Él se fuera. En este libro, también detallo cómo Jesús llevó a cabo la voluntad del Padre en cuanto a la curación.
Antes de irse, Jesús les dijo a los Apóstoles que enviaría otro Consolador (Juan 16:14), y que sería mejor que Él se fuera para que el Consolador pudiera venir (Juan 16:7). Ese Consolador era Dios Espíritu Santo.
Vemos Su manifestación en la Tierra como un reflejo de todo lo que había sido hecho por Dios Padre y Dios Hijo. En el libro de los Hechos y en capítulos posteriores, vemos al Espíritu Santo obrando a través de los hombres mediante dones de curación y milagros.
En términos sencillos, Dios, ya sea Dios Padre, Dios Hijo o Dios Espíritu Santo, siempre ha actuado en el ámbito de la curación. La sanación siempre ha sido la promesa y la prioridad de Dios, y tiene sentido que las tres personalidades divinas tengan las mismas prioridades porque todas son una.
Demos un vistazo a algunas Escrituras del Antiguo Testamento que enfatizan la voluntad de Dios para la curación:
“y cuando llegaron a Mará no pudieron beber las aguas de ese lugar porque eran amargas. Por eso le pusieron por nombre Mará. Allí el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo, “¿Qué vamos a beber?” Entonces Moisés pidió ayuda al Señor, y el Señor le mostró un árbol. Moisés lo echó al agua, y el agua se volvió dulce.
Allí el Señor les dio estatutos y ordenanzas, y los puso a prueba. Les dijo, “Si escuchas con atención la voz del Señor tu Dios, y haces lo que es recto delante de sus ojos, y prestas oído a sus mandamientos y cumples todos sus estatutos, jamás te enviaré ninguna de las enfermedades que les envié a los egipcios. Yo soy el Señor, tu sanador””.
Éxodo 15:23-26 (RVC)
“Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias...”
Salmos 103:1-3 (NVI)
“Sacó a los israelitas cargados de plata y oro y no hubo entre sus tribus nadie que tropezara. Los egipcios se alegraron de su partida, pues el miedo a los israelitas los dominaba”.
Salmos 105:37-38
“Pero me servirán a mí, el Señor su Dios, y yo bendeciré tu pan y tus aguas, y quitaré de en medio de ti toda enfermedad. No habrá en tu tierra mujer que aborte, ni estéril. Yo haré que vivas los años que debes vivir”.
Éxodo 23:25-26 (RVC)
“El Señor alejará de ti toda enfermedad. No enviará sobre ti ninguna de las plagas malignas que envió sobre Egipto, y que tú conoces, aunque sí las enviará sobre todos los que te aborrezcan”.
Deuteronomio 7:15 (RVC)
“No seas sabio en tu propia opinión; teme al Señor y apártate del mal. Él será la medicina de tu cuerpo; ¡infundirá alivio a tus huesos!”.
Proverbios 3:7-8 (RVC)
“Y cuando hiera yo la tierra de Egipto, la sangre en las casas donde ustedes se encuentren les servirá de señal, pues yo veré la sangre y seguiré
adelante, y no habrá entre ustedes ninguna plaga de mortandad”.
Éxodo 12:13 (RVC)
“Por haber puesto al Señor por tu esperanza, por poner al Altísimo como tu protector, no te sobrevendrá ningún mal, ni plaga alguna tocará tu casa...”
Salmos 91:9-10 (RVC)
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”.
Éxodo 20:12
“Sigan por el camino que el Señor su Dios ha trazado para que vivan, prosperen y disfruten de larga vida en la tierra que van a poseer”.
Deuteronomio 5:33
“Muchas son las aflicciones del justo, pero Jehová lo libra de todas ellas”.
Salmos 34:19
“Aarón hizo lo que Moisés dijo y corrió a ponerse en medio de la asamblea. La desgracia de parte de Dios ya había empezado entre el pueblo, así que Aarón ofreció incienso y pidió perdón por el pecado del pueblo. Se puso entre los vivos y los muertos, y así detuvo la plaga”.
Números 16:47-48
“Una mirada radiante alegra el corazón y las buenas noticias renuevan los huesos”.
Proverbios 15:30
“Si actúas así, entonces tu luz brillará como el alba, y muy pronto tus heridas sanarán; la justicia será tu vanguardia, y la gloria del Señor será tu retaguardia”.
Isaias 58:8 (RVC)
“Pero para ustedes, los que temen mi nombre, brillará un sol de justicia que les traerá salvación. Entonces ustedes saltarán de alegría, como los becerros cuando se apartan de la manada”.
Malaquias 4:2 (RVC)
“Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, solo traen problemas y penas, pronto pasan y volamos”.
Salmos 90:10
“Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán paz”.
Proverbios 3:1-2
“Porque por mí se multiplicarán tus días, y se aumentarán los años de tu vida”.
Proverbios 9:11
“No seas demasiado malvado, ni seas insensato, ¿por qué has de morir antes de tiempo?”
Eclesiastes 7:17
“Ya no construirán casas para que otros las habiten ni plantarán viñas para que otros coman. Porque los días de mi pueblo serán como los de un árbol; mis escogidos disfrutarán de las obras de sus manos”.
Isaias 65:22
“Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y aférrate a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en la tierra que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob”.
Deuteronomio 30:19-20
“Si se conducen según mis estatutos, y guardan mis mandamientos, y los ponen por obra; yo les mostraré mi favor. Yo los haré fecundos. Los multiplicaré y mantendré mi pacto con ustedes”.
Levitico 26:3, 9
“No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Jehová”.
Salmos 118:17
“Yo los libraré del poder del sepulcro y los rescataré de la muerte. ¿Dónde están, oh muerte, tus plagas? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu destrucción? ¡No les tendré compasión!”
Oseas 13:14
“¡Búsquenme y vivirán! Pero no busquen a Betel, ni vayan a Guilgal, ni pasen a Berseba; porque Guilgal será llevada cautiva y Betel, reducida a la nada. ¡Busquen al Señor y vivirán!, no sea que él caiga como fuego sobre los descendientes de José, fuego que devore a Betel sin que haya quien lo apague...”.
Amós 5:4-6
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”.
Éxodo 20:12
“Sigan por el camino que el Señor su Dios ha trazado para que vivan, prosperen y disfruten de larga vida en la tierra que van a poseer”.
Deuteronomio 5:33
“…y para que se prolonguen sus días en la tierra que el Señor prometió dar a sus padres, y también a su descendencia, tierra que fluye leche y miel”.
Deuteronimio 11:9 (RVC)
“para que en la tierra que el Señor juró dar a sus padres sean los días de ustedes, y los de sus hijos, tan numerosos como los días de los cielos sobre la tierra”.
Deuteronomio 11:21 (RVC)
“Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré”.
Isaias 46:4
“Y murió muy anciano y entrado en años, en medio de grandes honores y riquezas, y su hijo Salomón lo sucedió en el trono”.
1 Cronicas 29:28
“Llegarás al sepulcro anciano, pero vigoroso, como las gavillas que se recogen a tiempo”.
Job 5:26
“En efecto, mucha gente de Efraín, de Manasés, de Isacar y de Zabulón participó de la comida pascual sin haberse purificado, con los que transgredieron la Ley. Pero Ezequías oró así a favor de ellos, “Perdona, buen Señor, a todo el que se ha empeñado de todo corazón en buscarte a ti, Señor, Dios de sus antepasados, aunque no se haya purificado según las normas del santuario”. Y el Señor escuchó a Ezequías y perdonó al pueblo”.
2Cronicas 30:18-20
“Pero él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él; y por su llaga fuimos curados”.
Isaias 53:5
“Al leer la carta, el rey de Israel se rasgó las vestiduras y exclamó, “¿Y acaso soy Dios, capaz de dar vida o muerte, para que este hombre me pida sanar a uno con su piel enferma? ¡Fíjense bien que me está buscando pleito!” Cuando Eliseo, hombre de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras, le envió este mensaje, “¿Por qué está usted tan molesto? ¡Mándeme usted a ese hombre para que sepa que hay profeta en Israel!” Así que Naamán, con sus caballos y sus carros, fue a la casa de Eliseo y se detuvo ante la puerta. Entonces Eliseo envió un mensajero a que le dijera, “Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará y quedarás limpio”. Naamán se enfureció y se fue, quejándose, “¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría la piel de mi enfermedad! ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría zambullirme en ellos y quedar limpio?” Furioso, dio media vuelta y se marchó. Entonces sus criados se acercaron para aconsejarle, “Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo complicado, ¿usted no le habría hecho caso? ¡Con más razón si lo único que le dice a usted es que se zambulla, y así quedará limpio!” Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Entonces su piel se volvió como la de un niño y quedó limpio!”
2 Reyes 5:7-14
“Ella fue e hizo lo que había dicho Elías, de modo que cada día hubo comida para ella y su hijo, como también para Elías. Y tal como la palabra del Señor lo había anunciado por medio de Elías, no se agotó la harina de la tinaja ni se acabó el aceite del jarro. Poco después se enfermó el hijo de aquella viuda y tan grave se puso que finalmente expiró. Entonces ella le reclamó a Elías, ¿Por qué te entrometes, hombre de Dios? ¡Viniste a recordarme mi pecado y a matar a mi hijo! Dame a tu hijo, contestó Elías. Y quitándoselo del regazo, Elías lo llevó al cuarto de arriba, donde estaba alojado, y lo acostó en su propia cama. Entonces clamó al Señor, “Señor mi Dios, ¿también a esta viuda, que me ha dado alojamiento, la haces sufrir matándole a su hijo?” Luego se tendió tres veces sobre el muchacho y clamó, “¡Señor mi Dios, devuélvele la vida a este muchacho!” El Señor oyó el clamor de Elías y el muchacho volvió a la vida. Elías tomó al muchacho y lo llevó de su cuarto a la planta baja. Se lo entregó a su madre y le dijo, ¡Tu hijo vive! ¡Aquí lo tienes! Entonces la mujer dijo a Elías, Ahora sé que eres un hombre de Dios y que lo que sale de tu boca es realmente la palabra del Señor”.
1 Reyes 17:15-24
“Cuando Eliseo llegó a la casa, encontró al niño muerto, tendido sobre su cama. Entró al cuarto, cerró la puerta y oró al Señor. Luego subió a la cama y se tendió sobre el niño boca a boca, ojos a ojos y manos a manos, hasta que el cuerpo del niño empezó a entrar en calor. Eliseo se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del cuarto y luego volvió a tenderse sobre el niño. Entonces el niño estornudó siete veces y abrió los ojos. Entonces Eliseo dijo a Guiezi, “Llama a la mujer sunamita”. Guiezi así lo hizo y, cuando la mujer llegó, Eliseo le dijo, Puedes llevarte a tu hijo. Ella entró, se arrojó a los pies de Eliseo y se postró rostro en tierra. Entonces tomó a su hijo y salió.
2 Reyes 4:32-37
“En cierta ocasión, unos israelitas iban a enterrar a un muerto, pero de pronto vieron a esas bandas y echaron el cadáver en la tumba de Eliseo. Cuando el cadáver tocó los huesos de Eliseo, ¡el hombre recobró la vida y se puso de pie!”
2 Reyes 13:21
El Antiguo Testamento es una descripción escrita de la alianza de Dios con Israel. Ellos eran Su “pueblo elegido”. Las numerosas Escrituras anteriores muestran que la curación era una parte vital de Su pacto con ellos.
Los relatos bíblicos de Elías y Eliseo se leen como los evangelios o el libro de los Hechos. Vemos historias de personas enfermas que se curan y de muertos que vuelven a la vida. Dios utilizó a estos hombres como conductos o instrumentos de su poder sanador. Es el mismo patrón visto en los apóstoles seleccionados por Jesús y más tarde en hombres como Esteban y Felipe, a quienes el Espíritu Santo escogió a través de los apóstoles.
En el Nuevo Testamento, cuando recibimos a Cristo como Salvador, entramos en pacto con Dios. La Biblia dice en Heb 8:1-13 que nosotros, como creyentes del Nuevo Testamento y miembros del pacto, tenemos un mejor pacto:
“Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo; diciéndole, “Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”. Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primer pacto hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer”.
Termino este capítulo con una petición. Reflexiona sobre el número de escrituras de curación que hay en el Antiguo Testamento y pregúntate si la curación era parte integrante del antiguo pacto. Ahora, tenemos un pacto nuevo y mejor, ¿por qué la sanación no iba a formar parte de él?
Jesús anduvo “curando y haciendo el bien” (Hechos 10:38). Demostró que la voluntad de Dios de sanar seguía formando parte de las promesas del pacto. Jesús dijo, “He venido para hacer la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). En capítulos posteriores, mostraré que Dios Espíritu Santo continuó esta obra después de la partida de Jesús. Verdaderamente, la curación fue y es la voluntad de Dios a través de los siglos.
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